¿Qué tienen en común Garfield y una asesina menor de edad?
Los que ya sabéis la respuesta os pido que estéis callados para los que no la sepan. Vayamos por partes.
Los que ya sabéis la respuesta os pido que estéis callados para los que no la sepan. Vayamos por partes.
Suena el despertador. Lo lanzas contra la pared. Otra vez hay que volverse a levantar. ¿Qué día es hoy? El fin de semana no ha sido lo bastante largo como para poder descansar. Vamos, desperézate. Levántate de una puñetera vez de la cama. Haz pis. Dúchate. Prepara el desayuno. Tómatelo. Mira el reloj. Vas a llegar tarde… Todos los días son iguales. Todos. Cada mañana es más dura. ¿Y qué decir si además se trata de un lunes? Los lunes deberíamos hacer cosas diferentes, para poder empezar la semana con buen pie.
Brenda Ann Spencer empezó la semana de forma distinta. Era la mañana del lunes 29 de enero de 1979. Por entonces, Spencer tenía dieciséis años. ¡Oh, dulces dieciséis! Esa misma mañana, la chiquilla, como cualquier otro niño, quiso probar el último regalo de Navidad que le había comprado su padre. En las pasadas fiestas, Brenda Ann Spencer encontró bajo su árbol de Navidad un regalo atípico para una niña de su edad; ella había pedido un radio-casete para escuchar a sus grupos favoritos, sin embargo, a los pies del árbol descansaba un rifle semiautomático del 22 (no me preguntéis si estaba envuelto para regalo). Su padre estaba muy orgulloso de ella, era tan buena como el oro, ¿qué mejor manera de demostrárselo que regalándole un rifle? ¡El sueño de toda niña de 16 años! Un regalo digno del recientemente fallecido Charlton Heston.
La niña se asomó por una de las ventanas de su casa que se situaba justo en frente de su colegio, la Escuela Elemental de Cleveland en San Diego (California). Entonces, Brenda Ann se ganó sus quince minutos de gloria liándose a tiros contra sus compañeros y profesores. El “angelito” disparaba a diestro y siniestro, al azar, sin importarle. Las consecuencias fueron desastrosas. Brenda Ann Spencer, a sus dieciséis años, hirió a ocho compañeros y a un oficial de la policía; por si fuera poco, también asesinó al director de la escuela, Burton Wragg, y al guarda, Mike Suchar mientras intentaban proteger a los críos.
¿Qué razones necesitaba para realizar esta masacre? Cuando la policía logró detenerla, en el interrogatorio le preguntaron por qué lo había hecho y ella respondió simplemente: «No me gustan los lunes». Aquí encontramos una razón suficiente para justificar su actuación; pero si esto no basta, la niña le echó más leña a al fuego: «He comenzado a disparar. Lo he hecho por diversión. Es una manera de animar el día. A nadie le gustan los lunes. Sólo lo hice para animarme el día. No tengo ninguna razón más, sólo fue por divertirme. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, blancos fáciles».
Puede que a ti tampoco te gusten los lunes. Al gato Garfield tampoco le gustan y, que yo sepa, todavía no ha matado a nadie con un rifle (no sé si lo habrá hecho a base de carcajadas). Que no soportes el primer día de la semana no sirve de excusa para cargarte a tus compañeros de clase o del trabajo. Spencer se levantó con el pie contrario y en lugar de quejarse, como todo el mundo, fue declarada culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal y condenada a cumplir veinticinco años de prisión en una institución para mujeres en California. Hay días en los que es mejor no levantarse.
Tal vez muchos de vosotros os estéis preguntando en este mismo momento que qué tiene que ver esta historia de una niña que asesina a dos personas con el mundo de la música, ¿no? Os vuelvo a decir lo de antes, los que ya sabéis la respuesta os pido que estéis callados para los que no la sepan. Cuando Bob Geldof (perdón, Sir Bob Geldof) conoció esta noticia, quedó tan impresionado por este estremecedor suceso que escribió la letra de la canción «I Don’t Like Mondays». Un tema pegadizo que se convertiría en la canción más conocida de su grupo, los Boomtown Rats. «I Don’t Like Mondays» se incluyó en el tercer álbum del grupo, The Fine Art of Surfacing. El single se convirtió en Número Uno en las listas del Reino Unido; sin embargo en Estados Unidos, y especialmente en San Diego, se negaron a radiarla para no herir la sensibilidad del pueblo yanqui.
La vida resulta irónica. A sus dieciséis años, Brenda Ann Spencer quería una radio para escuchar sus canciones favoritas; nunca se podría haber imaginado que ella misma se convertiría en la protagonista de una canción. ¿Conocería la existencia de este tema en su prisión?, ¿la escuchó en algún momento entre rejas?
Levantaos con el pie correcto el próximo lunes.
Nos veremos en el Lado Oscuro del Rock…
Brenda Ann Spencer empezó la semana de forma distinta. Era la mañana del lunes 29 de enero de 1979. Por entonces, Spencer tenía dieciséis años. ¡Oh, dulces dieciséis! Esa misma mañana, la chiquilla, como cualquier otro niño, quiso probar el último regalo de Navidad que le había comprado su padre. En las pasadas fiestas, Brenda Ann Spencer encontró bajo su árbol de Navidad un regalo atípico para una niña de su edad; ella había pedido un radio-casete para escuchar a sus grupos favoritos, sin embargo, a los pies del árbol descansaba un rifle semiautomático del 22 (no me preguntéis si estaba envuelto para regalo). Su padre estaba muy orgulloso de ella, era tan buena como el oro, ¿qué mejor manera de demostrárselo que regalándole un rifle? ¡El sueño de toda niña de 16 años! Un regalo digno del recientemente fallecido Charlton Heston.
La niña se asomó por una de las ventanas de su casa que se situaba justo en frente de su colegio, la Escuela Elemental de Cleveland en San Diego (California). Entonces, Brenda Ann se ganó sus quince minutos de gloria liándose a tiros contra sus compañeros y profesores. El “angelito” disparaba a diestro y siniestro, al azar, sin importarle. Las consecuencias fueron desastrosas. Brenda Ann Spencer, a sus dieciséis años, hirió a ocho compañeros y a un oficial de la policía; por si fuera poco, también asesinó al director de la escuela, Burton Wragg, y al guarda, Mike Suchar mientras intentaban proteger a los críos.
¿Qué razones necesitaba para realizar esta masacre? Cuando la policía logró detenerla, en el interrogatorio le preguntaron por qué lo había hecho y ella respondió simplemente: «No me gustan los lunes». Aquí encontramos una razón suficiente para justificar su actuación; pero si esto no basta, la niña le echó más leña a al fuego: «He comenzado a disparar. Lo he hecho por diversión. Es una manera de animar el día. A nadie le gustan los lunes. Sólo lo hice para animarme el día. No tengo ninguna razón más, sólo fue por divertirme. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, blancos fáciles».
Puede que a ti tampoco te gusten los lunes. Al gato Garfield tampoco le gustan y, que yo sepa, todavía no ha matado a nadie con un rifle (no sé si lo habrá hecho a base de carcajadas). Que no soportes el primer día de la semana no sirve de excusa para cargarte a tus compañeros de clase o del trabajo. Spencer se levantó con el pie contrario y en lugar de quejarse, como todo el mundo, fue declarada culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal y condenada a cumplir veinticinco años de prisión en una institución para mujeres en California. Hay días en los que es mejor no levantarse.
Tal vez muchos de vosotros os estéis preguntando en este mismo momento que qué tiene que ver esta historia de una niña que asesina a dos personas con el mundo de la música, ¿no? Os vuelvo a decir lo de antes, los que ya sabéis la respuesta os pido que estéis callados para los que no la sepan. Cuando Bob Geldof (perdón, Sir Bob Geldof) conoció esta noticia, quedó tan impresionado por este estremecedor suceso que escribió la letra de la canción «I Don’t Like Mondays». Un tema pegadizo que se convertiría en la canción más conocida de su grupo, los Boomtown Rats. «I Don’t Like Mondays» se incluyó en el tercer álbum del grupo, The Fine Art of Surfacing. El single se convirtió en Número Uno en las listas del Reino Unido; sin embargo en Estados Unidos, y especialmente en San Diego, se negaron a radiarla para no herir la sensibilidad del pueblo yanqui.
La vida resulta irónica. A sus dieciséis años, Brenda Ann Spencer quería una radio para escuchar sus canciones favoritas; nunca se podría haber imaginado que ella misma se convertiría en la protagonista de una canción. ¿Conocería la existencia de este tema en su prisión?, ¿la escuchó en algún momento entre rejas?
Levantaos con el pie correcto el próximo lunes.
Nos veremos en el Lado Oscuro del Rock…
No hay comentarios:
Publicar un comentario